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La incomodidad de decidir: ¿por qué nos cuesta tanto tomar decisiones?

Gustavo Adamovsky

Ayudando a líderes a tomar mejores decisiones. | Decano en UCES | Speaker Internacional | Asesor, capacitador y entrenador empresarial

La toma de decisiones es una habilidad esencial en la vida cotidiana, aunque muchas veces no le damos la importancia que merece. ¿Por qué? Quizás porque asociamos las decisiones con momentos críticos y, como resultado, preferimos evitarlas o procrastinarlas. En el fondo, todos sabemos que decidir implica una dosis de incertidumbre, y esa incertidumbre no siempre es fácil de aceptar.

Cuando enfrentamos decisiones importantes, como un cambio de trabajo, una mudanza o la elección de una nueva relación, la incomodidad suele aparecer. Y esta incomodidad, aunque molesta, es totalmente natural. Nos enfrentamos al hecho de que, en realidad, no tenemos control total sobre el futuro, y el cerebro, en su afán de protegernos, percibe esto como un riesgo. Esta percepción genera ansiedad, porque sabemos que no hay una garantía del “mejor resultado” y que podríamos equivocarnos. Así que, ¿cómo manejar este escenario? Lo primero es reconocer que ese malestar no solo es común, sino que también tiene una función importante: nos ayuda a ser cautelosos y a reflexionar antes de tomar una decisión.

Es importante entender que el proceso de decidir puede ser incómodo, pero también es una oportunidad de crecimiento personal.

Es importante entender que el proceso de decidir puede ser incómodo, pero también es una oportunidad de crecimiento personal. Cada vez que enfrentamos una decisión difícil, nos vemos en la necesidad de explorar nuevas perspectivas y, en algunos casos, desafiarnos a nosotros mismos. Es en estos momentos cuando descubrimos nuestras verdaderas fortalezas y debilidades. Si bien es normal sentir una dosis de estrés, hay que considerar que ese estrés puede ser el motor que nos empuja a dar un paso hacia adelante y a evolucionar. La incomodidad es, entonces, un catalizador de crecimiento y cambio, aunque a menudo la evitemos.

El equilibrio entre la intuición y el análisis es esencial. Así, en vez de ignorar las emociones, deberíamos aprender a gestionarlas.

Por otro lado, las emociones juegan un papel clave en cómo decidimos. A veces, sentimos miedo, ansiedad o hasta entusiasmo al pensar en las posibles consecuencias. Sin embargo, dejar que las emociones tomen el control absoluto de nuestras decisiones puede ser contraproducente. El equilibrio entre la intuición y el análisis es esencial. Así, en vez de ignorar las emociones, deberíamos aprender a gestionarlas, identificando cuál es su verdadero origen y cómo influyen en nuestra percepción de cada opción. No se trata de anular lo que sentimos, sino de usar esas emociones como señales valiosas que nos guían, sin permitir que nos dominen.

Uno de los grandes obstáculos en la toma de decisiones es la parálisis por análisis, esa tendencia a darle tantas vueltas a una elección que, al final, no hacemos nada.

Uno de los grandes obstáculos en la toma de decisiones es la parálisis por análisis, esa tendencia a darle tantas vueltas a una elección que, al final, no hacemos nada. Este fenómeno aparece cuando intentamos encontrar la respuesta “perfecta”, sin entender que muchas veces no existe tal cosa. La clave para evitar esta parálisis es definir lo que realmente importa y centrarnos en esos factores. Al tener claros nuestros valores y prioridades, nos será más fácil decidir sin perdernos en detalles irrelevantes.

Hay estrategias que pueden ayudarnos a reducir la ansiedad durante el proceso. Dividir el proceso de decisión en pasos más pequeños y manejables es uno de ellos. Por ejemplo, en vez de obsesionarnos con el resultado final, podríamos concentrarnos en el primer paso que necesitamos dar. Al ir avanzando de a poco, esa ansiedad puede disminuir y dar lugar a una mayor claridad. Otra técnica útil es visualizar tanto el mejor como el peor escenario posible. De esta manera, preparamos nuestra mente para cualquier desenlace, aceptando que el éxito absoluto o el fracaso rotundo son solo puntos extremos en una amplia gama de posibilidades.

En el trabajo, la colaboración y el feedback de los colegas son recursos invaluables que nos pueden ayudar a ver ángulos que quizás habíamos pasado por alto.

La toma de decisiones es aún más desafiante en el entorno laboral, donde muchas veces sentimos una presión añadida porque nuestras elecciones pueden afectar tanto a nuestra carrera como a otros. La clave aquí es recordar que, en el trabajo, la colaboración y el feedback de los colegas son recursos invaluables que nos pueden ayudar a ver ángulos que quizás habíamos pasado por alto. Es una cuestión de compartir la responsabilidad, lo cual, lejos de diluir nuestra capacidad de liderazgo, nos fortalece.

Cada elección, ya sea acertada o equivocada, nos deja enseñanzas que podemos aplicar en futuras decisiones.

Uno de los aspectos más valiosos en la toma de decisiones es la capacidad de aprender de nuestras experiencias pasadas. Cada elección, ya sea acertada o equivocada, nos deja enseñanzas que podemos aplicar en futuras decisiones. Aceptar nuestros errores y reflexionar sobre lo que podríamos haber hecho distinto no solo es una gran fuente de aprendizaje, sino que también fortalece nuestra resiliencia.

A lo largo de este proceso, es inevitable experimentar miedo, especialmente al pensar que podríamos tomar una decisión equivocada. Pero equivocarse es parte del camino; nadie acierta siempre. De hecho, muchas veces, esos errores nos enseñan mucho más que los éxitos. La resiliencia es una herramienta esencial, ya que nos permite adaptarnos y seguir adelante, incluso cuando los resultados no son los esperados.

Para gestionar la incomodidad que surge al tomar decisiones, existen diversas técnicas que pueden ayudar a transformar esa sensación en algo más manejable. Además de la visualización de escenarios, priorizar nuestras decisiones con base en lo que realmente queremos en la vida es otra manera de reducir el estrés. También es útil recordar que no todas las decisiones son definitivas; algunas nos brindan la flexibilidad de cambiar de rumbo en el futuro, lo cual disminuye un poco la carga emocional que llevamos en cada paso.

Tomar decisiones es una habilidad que, con prácticam capacitación y autoconocimiento, se vuelve más natural.

Tomar decisiones es una habilidad que, con prácticam capacitación y autoconocimiento, se vuelve más natural. La incomodidad es normal y, lejos de ser un obstáculo, puede ser una señal de que estamos avanzando en dirección a nuestros objetivos. Aceptarla y aprender a gestionarla no solo nos ayuda a tomar mejores decisiones, sino también a vivir de manera más plena y alineada con nuestros verdaderos deseos. La próxima vez que enfrentes una elección importante, recordá que esa incomodidad es solo una parte del proceso, y que, al atravesarla, te estarás acercando a nuevas oportunidades de crecimiento y aprendizaje.

Entonces, ¿te animás a tomar esa decisión que estuviste evitando?

Artículo cortesía: Forward Thinking